Fiabilidad

Por favor, señor, necesito que me dé como número de contacto un teléfono fijo. Los móviles no son muy fiables.

Comercial de Movistar

Guybrush está vivo

Por aquello de la nostalgia, hace sólo unos días he comprado la versión actualizada de The Secret of Monkey Island para el iPhone. Si bien ya era posible disfrutar de la saga en el teléfono gracias al ScummVM para iPhone, siempre y cuando el teléfono esté «desbloqueado», esta nueva versión tiene gráficos rediseñados, nuevas grabaciones de voces y efectos sonoros, etc.

Pues bien, acabo de enterarme de la existencia de una secuela, Tales of Monkey Island, de las aventuras de Guybrush Threepwood, el pirata más torpe del Caribe (con el permiso, claro está, del Capitán Jack Sparrow). Consta de cinco «episodios», de los cuales hasta ahora se han publicado dos.

Estos nuevos juegos han sido desarrollados por Telltale Games, empresa fundada por gente que en su día trabajó en la serie original de LucasArts, y que se ha hecho con una licencia para continuar con ella. Y por si ésto fuera poco cuentan con el beneplácito de Ron Gilbert, padre de la criatura.

Aún hay más: ya he hablado de la versión especial de «The Secret…» para el iPhone. Pues resulta que LucasArts tiene también la correspondiente versión para PC, con los mismos gráficos, sonido e interfaz.

Snif, qué recuerdos… ya sólo queda que también resuciten a Roger Wilco (no me puedo creer que no haya artículo en español en la Wikipedia).

From lost to the river

Siempre pensé que lo de liberar disco era otra cosa:

El 31 de mayo de 2007, un 160 GB de unidad fue puesto en libertad junto con el actual modelo de 40 GB [89] y el 15 de enero de 2008 una actualización de software fue puesto en libertad, lo que permitió que los medios de comunicación que se pueden adquirir directamente desde el Apple TV.

Ésta y otras perlas similares se encuentran en el artículo sobre Apple en la Wikipedia. Atención, pregunta: ¿cuántas de las 431.621 entradas actuales en la Wikipedia en español son traducciones automáticas? ¿Realmente merece la pena?